Anticipar es una práctica vinculada con buscar disminuir el miedo que despierta lo que vendrá: intentar conocer el futuro que como todo futuro es incierto.

La intención de predecir busca entonces disminuir la ansiedad que genera la falta de control sobre lo desconocido. Algo que se manifiesta en exceso en trastornos obsesivos, pero que no deja de estar presente en toda conducta humana. ¿Quién de nosotros se animaría a correr por un lugar nuevo con los ojos vendados?

Para ello fuimos y somos criados como lectores y constructores de hipótesis, ya que la forma socialmente aceptada de anticipar se basa en apoyarnos en experiencias o visiones del pasado para enfrentar lo que no podemos manejar, y ese pasado solo puede volver a través de relatos. Esa es para mí la esencia mágica del porqué existe la cultura: no solo permitir el entendimiento entre un grupo humano, sino la producción y sostén de experiencias que el grupo acepta como seguras.

Para ello, por un lado consumimos historias sobre las que nos apoyamos, creyendo que podemos manejar así el flujo del porvenir para dominar nuestros temores. Cuentos como las ideologías, que nos envuelven con certezas: la dictadura futura del proletariado o el éxito del capitalismo que hará que la copa de la abundancia rebalse en beneficios para los más pobres. Otros relatos como los religiosos o científicos que nos anticipan un escenario a qué atenernos ante el misterio sobre que será de nosotros después de nuestra vida.

También en lo individual de nuestras existencias y cuando los cuentos no alcanzan, contamos con horóscopos, cartas que leen el futuro, astrología y otro tipo de recursos que si logran ser creíbles, suplen la lógica general y nos dan herramientas para lidiar con nuestras inseguridades particulares.

Técnicamente, una de las formas de detectar nuestra relación con el futuro se encuentra en la forma en que comenzamos a escribir en una hoja en blanco: la grafología plantea que la distancia que usamos como margen en nuestro texto marca como abordamos el futuro. De esta manera si aferramos nuestra escritura al borde de la hoja denotaría un cierto miedo a afrontar lo que vendrá y sus consecuencias, mientras que si elegimos comenzar a escribir luego de un margen amplio sugiere un salto vital hacia lo desconocido de la hoja en blanco de la vida.

Más aún, y como una radiografía de nuestra alma, en todo dibujo que realizamos nuestro trazo representa un uso del espacio en donde las tensiones y direcciones que delineamos marcan un recorrido y una historia. Incluso el lienzo o la hoja podrían no existir, pero el gesto de nuestro movimiento construye un camino y por ende un mensaje para aquel que quiera interpretarlo. Mensajes sobre el pasado como experiencia útil para abordar el futuro; mensajes de confianza en nosotros o mensajes exploratorios sobre lo que pasará. En todos los casos, no deja nuestro trazo de buscar vernos en el futuro.

© Sebastián Guerrini, 2013. www.guerriniisland.com