Se pueden considerar a los mitos como un reservorio de cuentos griegos, pero también como una manera de pensar en forma simplificada. En este sentido el origen de la palabra mito proviene de mitus, que en griego antiguo significa contar cuentos.

¿Por qué contar cuentos? el contar cuentos va más allá de hacer un repaso real de hechos, ya que toda historia es en realidad una puesta en escena de una situación y un resultado, lo que brinda al lector o escucha la ilusión de conocer el final de algo. Como señala Levi-Strauss (Levi-Strauss, 1966), un cuento o un mito pueden ser considerados como un recurso que despierta un instinto de conocimiento, algo que induce a creer que sucederá lo mismo ante situaciones similares, mediante la simplificación de las posibilidades planteadas.

La estructura de un mito es la de cualquier cuento: es igual a la de un dibujo animado para niños, a una novela, una película de terror o hasta una tira pornográfica. Esta estructura se basa en la transformación  que sufre un personaje de infeliz a feliz o de una situación a otra a partir de alguna decisión que el personaje se anima a tomar.

En este contexto podríamos preguntarnos: ¿Por qué existe y es importante Caperucita Roja? Una respuesta podría venir de Todorov (Todorov, 1990). Él encuentra que el texto y mito de Caperucita Roja funcionaría como un recurso a través del cual explicar a una niña sobre los peligros de caminar sola por el bosque. Donde el lobo personifica a cualquier depravado que podría emboscar a un niño desde la sombra en cualquier ciudad.

Del mismo modo, ¿por qué una adolescente ve una película como Drácula? Puede ser debido a explorar que pasaría si es besada en el cuello por un hombre mayor con gel en sus cabellos negros, y su temor a que después de esto ella se convierta en una mujer salvaje que pertenece al mundo de los instintos, la lujuria, la sangre y la pasión por buscar nueva sangre. Ante esta posibilidad, ella vería reflejado en ese final su miedo de perder todo lo que tiene y todo lo que es, según los cánones de ese paradigma Victoriano que escribió la novela.

Así, el cuento es un mecanismo mediante el cual la sociedad comienza a explicar -incluso a sus nuevos miembros- sobre los peligros que pueden enfrentar durante la vida. Además, sobre la forma recomendada de reaccionar frente a ellos: Caperucita esperando a su padre salvador o según la versión francesa, engañando al lobo. Hansel y Gretel metiendo a la bruja en un caldero hirviendo. Pinocho no sumándose a un circo ambulante, etc. Estas supuestas historias inocentes, abarcan entonces lo que puede pasar y qué se puede hacer en consecuencia dentro de los límites de lo que se considera políticamente correcto para cada sociedad en particular.

Ante este planteo también podemos preguntarnos, ¿Por qué enloquece mirar fútbol? Por que este evento es un engendrador de hipótesis sobre lo que sucede cuando chocan determinados mitos. Por ejemplo: Argentina frente a Inglaterra-1986 (el Reino frente a Maradona, lo indomable) o Real Madrid-Barcelona 2012 (la soberbia y potencia versus el trabajo en equipo), etc.

Choque de mitos y de posibles resultados. Entonces, lo que buscamos pasivamente en esta experiencia deportiva ajena, es encontrar una respuesta sobre lo que a uno le conviene hacer y de esa manera anticipar el riesgo o disminuir nuestra ansiedad ante lo que vendrá.

Por otra parte, la búsqueda de certezas a través del control de los mitos abarca todas las esferas de la vida social, incluso la política o religiosa: Tomemos como ejemplo al cartoon “Las Chicas Superpoderosas”, donde se puede observar a tres niñas creadas por un científico al mezclar componentes inanimados. El cuento planteado puede representar por un lado al papel de la mujer en el presente, al contar las niñas con  poderes similares a los de cualquier héroe masculino antiguo.

Sin embargo, su costado político se sitúa en imaginar que estas niñas, modelos a seguir en las comunidades donde se muestra la caricatura, son de tez blanca, occidentales y que luchan contra un enemigo llamado Mojojojo que busca destruir la sociedad de las niñas. En este guión, el enemigo es representado bajo la figura de un «mono» humanizado que lleva un sombrero hindú o africano y ropa propia del trópico. Esta figura de tez oscura y ropa particular puede ser entendida como propia de un personaje que proviene del tercer mundo, de un “otro”. Es decir, podemos interpretar que este mono humano puede ser africano, asiático o latinoamericano.

En consecuencia, el choque de significaciones entre ambas representaciones: niña blanca protectora versus villano malo destructor, reduce la caracterización del Mojojojo, dirigiendo ahora a la idea de que el villano es el diferente del blanco: es «el otro». Por lo tanto, en este juego de roles inocentes, el bien y el mal, el que quiere destruir y el que no, lo normal y lo anormal, se enfrentan en la historia. El resultado, claro está, favorece una lectura fija y hegemónica de la sociedad y sus miembros, útil solo para un sector de la misma (ver Laclau, Mouffe, 1985).

Por otro lado, hay un costado religioso o espiritual, ya que la historia revierte el mito de Frankenstein, aquel cuento que decía que si el hombre creaba vida en forma artificial, creyéndose Dios, esa vida o monstruo se le volverá en contra. En este caso, el científico que crea estas bellas vidas muestra la posibilidad de que la ciencia genere vida, suplante a la naturaleza y a Dios, estimulando ante los ojos de sus espectadores las respuestas científicas ante temas existenciales.

Balance: Por un lado encontramos que el mito puede ser considerado como un recurso educativo para integrar socialmente a los nuevos integrantes de un grupo.vPor otro lado, se podría ir más allá de esto, pensando que funciona como un recurso político o interesado en activar o grabar roles y expectativas dentro de una determinada audiencia. Esto funcionaría como crear carreteras o caminos por los que naturalmente el final de las cosas parecería tener un destino determinado.

©Sebastian Guerrini, 2012