La identidad: la identidad no existe socialmente hasta que esta se materialice en alguna forma. Por lo tanto, la forma que tome será la primera representación visible de la identidad. Esa forma resumirá en unos pocos trazos la complejidad del “ser”. Por eso esa marca que contiene la identidad deberá contener algo tan valioso que hablará en nombre de alguien o de algo.

Para ello deberá transmitir algo que diferencie valores y personalice a su mensajero. Así, en un mundo en que las personas son conocidas a través de representaciones que en persona, estas marcas se vuelven una parte esencial de nuestra identidad.

El diseñar identidad: Diseñar identidad visual es proyectar una imagen que represente a la organización, es decir que la sustituya públicamente y que ocupe desde su validación social el lugar de narradora de los discursos de identidad.

Para que la imagen pueda llegar a desenvolverse en ese rol es necesario primero de la existencia de un relato o un guión de identidad. Quien quiera hallarlo, deberá entonces sumergirse en las memorias, historias y cristalizaciones de realidades, en las estrategias y estadísticas de quien quiere ser bien identificado. Segundo, debe desde ese conocimiento plantear una síntesis que conceptualmente marque los límites del espacio propio y ajeno. Una síntesis que al adquirir consenso, será la impronta, la genética de la política de imagen.

Finalmente, debe hacer tangible ese guión, por lo que requerirá de una infraestructura material que le permita a la imagen sostenerse por sí misma y presentarse en el escenario social de vida de la organización. Es aquí donde la interpretación gráfica hará que metáforas de mitos, narraciones de sentido, origen y articulación de diferencias tomen forma visual. En otras palabras, hará que la identidad visual cobre vida.

©Sebastian Guerrini, 2012