Las marcas median entre productos y consumidores. Pero para que una marca sea una buena intermediaria, debe tener ciertas virtudes:

Como una amante, debe tener la capacidad de seducir y la virtud de poder ser recordada, diferenciada y valorada como la ideal si lo desea. Esto le permitirá que la persona indicada desee volver una y otra vez a querer revivir la experiencia de contar con esa marca.

Además la marca debe poder involucrarse (de nuevo, si lo desea) en la vida de su amado, es decir, debe poder trascender cualquier rol evidente para conectarse con la vida interior de esta persona, con la forma en que él o ella viven, entienden e imaginan su existencia. Solo entonces la marca podrá construir una auténtica relación.

También la marca debe hacerse ver y entender, debe poder expresarse para subyugar a quien la pretenda, envolviendo a su consumidor con argumentos acerca de por qué elegirla a ella. Razones racionales que apelan a lo real de sus atributos y razones emocionales que se conectan con los deseos y fantasías propias de su público.

Por todo esto y si la marca tiene pretensiones concretas, ella deberá actuar públicamente y en ese contexto usar ciertos recursos, entre ellos:

. Debe mostrar y poder desplegar lo que tiene, todas sus virtudes, para que sean debidamente valoradas.

. Debe insinuar lo que es y lo que puede lograr en el contexto que quiera. Debe poder llevarnos a mundos soñados, a tantos mundos posibles como enamorados ambicione.

. Su belleza debe poder ser verbalizada, entendida y transmitida, ya que de esta forma su fama llegará hasta lugares impensados, dándole a ella la oportunidad de utilizar o no ese capital.

. Debe poder mantener su magia una vez que su envoltorio se caiga, que su caja se abra y su contenido sea experimentado.

Sin embargo, para lograr sus fines la marca solo podrá mostrarse a través de símbolos: gestos e imágenes que despertarán historias. Historias que transportarán y gratificarán a sus enamorados, llevándolos hacia lugares, momentos y situaciones únicos. Hechizos que quizás podrán hacer la vida del comprador más bella.

© Sebastián Guerrini, 2015